viernes, 15 de diciembre de 2017

SORROLLA. APUNTES DE NUEVA YORK / NEW YORK SKETCHES.


Joaquín Sorolla, Estatua del general Sherman
/ Sherman Monument, 1911 (detalle / detail).
Gouache sobre papel. Museo Sorolla, Madrid.



Central Park, Nueva York / Central Park,
New York, 1911. Gouache sobre cartón.
Museo Sorolla, Madrid.



Escenas de café / Cafe scenes, 1911.
Lápiz sobre papel impreso (reversos de
menús del hotel Savoy). Museo Sorolla,
Madrid.


Calle 59, Nueva York / 59th Street, New York, 1911. Gouache sobre cartón. Museo Sorolla,
Madrid.

Sorolla veía con facilidad cuadros en
las escenas de la vida, su mente seleccionaba
rápidamente imágenes de la
propia naturaleza. Así lo explica en su
correspondencia, que nos desvela a un
personaje de singular sensibilidad y, al
tiempo, nos permite entender mejor al
artista. Ése es su comentario manuscrito
sobre Triste herencia, realizada en
un lejano 1899: Estaba ocupado una
mañana en hacer un boceto de pescadores
valencianos cuando distinguí a lo lejos,
cerca del mar, un grupo de niños desnudos…
No perdí momento, y pedí y obtuve
del director del hospital la necesaria autorización
para trabajar sobre el terreno
y copiar aquel cuadro del natural.

En estos gouaches y dibujos sobre
papel se nos presenta un Sorolla distinto,
pero sin dejar atrás su esencia.
Su pincelada tiene el brío y la soltura
de siempre, pero su mirada desde la
ventana del hotel es la de un halcón
desde las alturas, extasiado ante la visión
urbana. El dinamismo de la ciudad,
el ruido de los coches, el caminar
de los peatones por las calles… Y,
junto a ello, la ilusión por su trabajo.

La singularidad del pulso vital de
Nueva York, la ciudad que emerge con
toda su personalidad fascinante a principios
de siglo xx, se abre ante nuestros
ojos. En estas obras delicadas, espectador
y artista son una misma persona,
contagiados y unidos por el
atractivo de unas escenas llenas de
vida, una vez más copiadas con maestría
por Sorolla «del natural».

Presentamos en el Museo Carmen
Thyssen Málaga un singular conjunto
de gouaches y dibujos neoyorquinos de
Joaquín Sorolla, procedente del Museo
Sorolla, que permitirá al visitante descubrir,
a través de sugerentes vistas urbanas
y nocturnos, una faceta poco
conocida del artista valenciano.

La pintura sobre lienzo de Joaquín Sorolla
es el resultado de su pasión por la
vida y la luz, está llena de emoción y
fuerza. Mientras que en la obra sobre
papel la relación con el espectador es
distinta, pues no sólo es el producto de
su pensamiento y su mano, entre la
idea y la ejecución, sino que nos muestra
a un artista más sugerente y sutil,
íntimo y espontáneo.

En 1911, fecha de realización de estas
piezas, Sorolla era un pintor de éxito
en Estados Unidos. La primera muestra
de su obra en el país, inaugurada
en febrero de 1909, tuvo una gran repercusión.
Fue su primera estancia en
Nueva York, ciudad a la que llegó después
de un largo viaje con su familia.
En aquel momento la sociedad americana
se rindió ante el oficio del valenciano,
aclamando su buen hacer y
encargándole numerosos retratos de la
burguesía, entre ellos el del presidente
norteamericano William Howard Taft.
Más de ciento sesenta mil visitantes y
el catálogo agotado certificaron su
triunfo.

Tampoco es que fuese Sorolla un completo
desconocido para este nuevo mercado
norteamericano. En 1893 envió
cinco cuadros para participar, por vez
primera, en una exposición en Chicago,
World’s Columbian Exposition,
donde la obra ¡Otra Margarita! obtuvo
la medalla de honor y fue adquirida
por un abogado de Misuri. En 1900,
otra obra, Puerto de Valencia, fue adquirida
por un coleccionista de Cincinnati
y en 1901 envió dos cuadros a una
exposición en Pittsburgh, en la Carnegie
International Exhibition. A partir
de 1902 la prensa comenzó a hacerse
eco de su trabajo, desde que Cadwallader
L. Washburn publicase un artículo
en The Outlook, titulado Sorolla a Great
Spanish Painter of To-Day e ilustrado
con obras y dibujos del artista.

No podemos asegurar si a través de
estas breves apariciones el hispanófilo
Archer M. Huntington, artífice de la
presencia de Sorolla en Nueva York,
conocía la obra del valenciano, pero es
probable que el uno supiera del otro.
Tenían círculos comunes, tanto amistades
como anticuarios, y eran personajes
relevantes. Con todo, el destino
se encargó de reunirlos en Londres, en
la exposición de las Grafton Galleries,
celebrada en 1908. Entonces Sorolla
escribió con entusiasmo a su mujer
Clotilde, Hoy he conocido a Dios hombre.
Mecenas y pintor acrecentarían su
amistad, que llegaría a ser intensa y
cuya consecuencia fue un fructífero legado
artístico.

En su segundo viaje, Sorolla pasó un
mes en Nueva York, entre el 22 de abril
y el 24 de mayo de 1911, después de
una travesía con su esposa en el barco
Savoie. Instalado en Manhattan, en el
hotel Savoy, pudo observar desde su
ventana una amplia panorámica del
entorno urbano. Sin el peso del encargo,
el pintor se sintió libre y realizó
apuntes para sí mismo. Estas estampas
de modernidad, algunas sobre cartones
de las camisas entregadas por la lavandería,
fueron ejecutadas con la técnica
del gouache, que permitía al artista
mayor agilidad. Las escenas se recogen
en una amplia perspectiva vertical, en
picado, teniendo inspiración en imágenes
fotográficas. Ensimismado por el
panorama, su ojo queda atrapado por
el bullicio y la actividad efervescente
de la ciudad. La gama cromática es delicada
y sugerente, recreándose en colores
fríos, lo que acentúa el aspecto
liviano, casi imaginado y brumoso,
complementado a veces por toques de
un rojo intenso.

En los dibujos realizados en los reversos
de los menús del mismo hotel, un
Sorolla inquieto, trabajador incesante,
nos muestra a sofisticados clientes,
damas elegantes con sombreros y caballeros
de etiqueta, pero además aparecen
otros apuntes donde puede
observarse la ilusión ante su nuevo
gran proyecto. Los protagonistas son
ahora la planta y el esquema con la
distribución de paneles para la Biblioteca
de la Hispanic Society of America,
el gran encargo de Huntington.